lunes, 13 de septiembre de 2010

Un día ordinario en el Sexto Estado de Los Altos

Si no me levanto al escuchar la guitarra de José Gonzáles que resuena de mi alarma a las 6:30 de la mañana, significa que con mucha probabilidad voy a llegar tarde al trabajo. Pero antes que suceda eso, escucharé los gritos de una guacamaya que puede hablar aunque nunca entiendo que es lo que dice. Vive en la casa de mis vecinos y se despierta siempre hacia las 8:00 h. Tengo la exclusiva posibilidad de elegir entre una ducha fría o un estrecho arroyito del agua caliente. Me alejo mucho de la opción número uno. El café hervido de Antigua le hace sentirse bien a mi compañera de apartamento cuando entra en la cocina. Para mí, tomarlo, es uno de los mejores momentos del día. En nuestro pequeño hogar no tenemos ventanas, al menos unas que no darían al patio interior. Por lo tanto las mañanas nos sorprenden cada día cuando salimos de casa, a veces con la lluvia, a veces con los rayos del sol.

El camino me guía por las calles de piedra o de hormigón, entre las casas de un solo piso, entre las fachadas de colores que esconden sus habitantes y todas sus posesiones. Paso el lugar donde las mujeres muelen maíz cocido con cal, las tiendas pequeñas donde se vende un poco de todo, la gente que al verme sonríe y dice: "¡Hola!", "¡Adiós!" o "Bye!"; todavía no he descubierto porque se despiden de alguien a quien acaban de encontrar pero supongo que es una de aquellas cosas misteriosas que todavía me falta por entender.

Siempre me acompañan los perros, grandes, a veces bastante tímidos, a veces enojados, pero siempre con hambre, buscando algo que comer. Si agarran una bolsa de plástico que huele a comida, la comen; triste pero pura realidad de un chucho chapín. Hay uno, de color beig, muy alegre, a quien le gusta mucho la compañía del hombre, mucho menos de otros perros. Cuando me ve, se acerca y saltando a mi lado pide que le acaricie. Lo llamamos HAPPY por lo amistoso y feliz que es.

En mi camino de todos los días veo las mujeres indígenas vestidas de su corte* y güipil*, cargan los guacales llenos de cosas para vender encima de sus cabezas; niños vestidos de uniformes que esperan al autobús; una casa grandísima detrás de una valla muy alta, parece un palacio, en cuanto un día la terminen, estoy segura que vivirá allá el alcalde de Xela o otra persona no de menos importancia.

Al pasar el Hospital Dr. Rodolfo Robles en mi corazón aparecen los sentimientos encontrados: pena y compasión por ver tanta gente enferma esperando en la entrada; alegría por el color de que pintaron el hospital - azul celeste que siempre me hace sonreír. Un rato después subo el cerro y el paisaje cambia totalmente: el camino de hormigón sustituye uno de arena, lo adornan los charcos. Niños con los uniformes desaparecen y en su lugar veo otros, descalzos, sentados en el piso enfrente de sus casitas.

Para ellos estoy acá, gracias a ellos sé que vale la pena cada esfuerzo. Nuestra escuela y centro comunitario "El Nahual" funcciona para ellos. La vida cruel llevó su niñez demasiado pronto y en lugar de jugar trabajan o cuidan de sus hermanos pequeños cuando sus padres trabajan muy duro por tortillas y frijoles que les permiten sobrevivir. Cada tarde llegan a nuestra escuela hasta quince alumnos a edad de 4 a 15 años; aprenden inglés, música, arte, matemática ytienen la oportunidad de recuperar los momentos más bonitos de la vida.

Cada martes y jueves por la mañana me pongo ropa deportiva y monto mi bicicleta amarilla llamada Maya a la escuela "República de Holanda" en La Cuchilla, ubicada en las orillas de Xela. En cambio el miércoles disfruto del paisaje que me regala Cerro Quemado y Volcán Santa María en el camino a la escuela el Llano del Pinal. Los miércoles y jueves de la tarde paso tiempo con los estudiantes de dos escuelas secundarias: Telesecundaria Pacajá y San José La Viña. Pero para que algunos de ustedes no piensen que paso todos los días enseñando, voy a mencionar que dedico el resto de mi tiempo al idioma k´iche´ (uno de dos idiomas mayas utilizados en Xela), clases de salsa y organización de varias actividades para los niños, estudiantes y voluntarios de nuestra escuela. Nunca me aburro. Cada día pasa en un parpadeo, semana tras semana, mes tras mes...

En el camino de regreso a casa chucho Happy mueve alegre su colita y me acompaña hasta el hospital que en la oscuridad ya no parece azul, normalmente bajo la lluvia que cae del cielo del color de plomo cada tarde y noche. Me acuesto escuchando las gotas que caen sobre el techo de nuestro apartamento y pensando en lo bonito que ha sido el día.

*corte - típica falda larga hecha de lana que portan las mujeres mayas.
*güipil - la palabra maya por la famosa blusa los mujeres mayas portan y tejan a mano.

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